Que tus ojos estén ahora vendados y que tu boca deguste esas frutas y ese vino
En la vieja Grecia, al tiempo que el sexo anal homosexual era homónimo de amor y amistad, el heterosexual era de menosprecio cara la mujer. Y la situación en la ciudad de Roma no era menos inquietante, según refleja Pascal Quignard en su ensayo El sexo y el espanto, que examina la sexualidad grecorromana.